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miércoles, 3 de febrero de 2016
lunes, 26 de enero de 2015
Vamos a seguir relacionando arte y literatura. Seguro que conocéis al pintor austríaco Gustav Klimt. Sus cuadros son semejantes a la poesía modernista. Nacieron y vivieron en los mismos años y sus gustos artísticos son semejantes. Veis en estas dos muestras: El beso y Danae, la incorporación de elementos lujosos (los dorados, las pieles), los colores llamativos y atrayentes, la influencia japonesa en los pequeños elementos, la presencia de lo erótico.
Observad la semejanza entre el poema De invierno y estos cuadros.
Observad la semejanza entre el poema De invierno y estos cuadros.
En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.
lunes, 15 de diciembre de 2014
EL REALISMO EN EUROPA
EL REALISMO
El Realismo es un movimiento artístico y
literario que tiene como objetivo representar de forma minuciosa y objetiva la
realidad contemporánea reflejando la vida cotidiana y los problemas de la
sociedad burguesa de la segunda mitad del siglo XIX.
En Literatura triunfará la novela, pues dadas
las características de este movimiento artístico, es en este género donde mejor
se puede reflejar la realidad contemporánea.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la
burguesía se hizo con el poder político y económico en Europa, y, como
consecuencia de ello se produjeron cambios muy profundos en la forma de vivir y
pensar.
Uno de los cambios más importantes fue la
Revolución Industrial, que originaría un gran desarrollo de las ciudades, pues
las industrias se ubicaban en ellas: aparece el tren, la luz eléctrica… Hay importantes avances tecnológicos y
científicos y se pone de moda la ciencia experimental. Se confiaba ciegamente en la ciencia, y se
esperaba que el progreso fuese permanente y solucionara todos los problemas
humanos y sociales.
El desarrollo de la industria atrajo a una
gran masa de campesinos que se dirigieron a las ciudades en busca de trabajo.
De este modo, se modificaron las condiciones de vida: grandes urbes con una
nueva fisonomía, hacinamiento, falta de higiene, mano de obra barata, miseria,
pobreza.
Las consecuencias de todo ello fue la
transformación de las relaciones sociales: por una lado
Siguiendo los dictámenes científicos, el arte
debía ser consecuencia de la observación directa y minuciosa de la realidad,
como se hacía con las investigaciones científicas: observación, documentación y
experimentación. Debía estar dotado de
una objetividad total. Frente al individualismo romántico, aun impregnado de
idealismo y valores supremos, el individualismo burgués de la novela reflejará
los conflictos cotidianos, la realidad de una sociedad que se está creando con
todas sus virtudes y sus defectos.
La literatura realista se verá también
claramente influida por el pensamiento y el
desarrollo científico de la época: Augusto Compte reacciona contra el
idealismo filosófico anterior, proclamando la necesidad de investigar los
hechos observables para llegar a los conceptos. La filosofía positiva (o
positivismo) coincide así con los planteamientos del narrador realista: no hay
que buscar los modelos en las obras clásicas, en países o épocas lejanas, sino
ser historiadores del presente, de la realidad que se observa en cualquier
ambiente.
Por la misma época, Marx y Engels plantearán
la necesidad del análisis materialista dialéctico de la realidad para llegar a
la conclusión de que ha de establecerse una nueva sociedad basada en el triunfo
del proletariado sobre la burguesía.
El método de observación y recogida minuciosa
de datos para crear después personajes y ambientes coincidirá con el de los
científicos, que rechazan los aprioris o presupuestos anteriores para estudiar
minuciosamente los seres vivos y establecer leyes sobre el origen y la
evolución de las especies (Darwin, 1859) o sobre la herencia (Mendel, 1863).
Los presupuestos de que se heredaban no solo
los bienes materiales sino también el derecho al voto o la consideración
social, comenzaban a quedar obsoletos. Y si el fin de la sociedad estamental
suponía la agonía en lo político de los privilegios de las antiguas castas
feudales, también significaba el inicio de un nuevo protagonismo en la
literatura y el arte. El individuo, cualquier individuo, se erigía en el centro
de la creación. Y no ya, como en el Renacimiento, aquellos que sobresalían de
los demás por sus aptitudes; ni como en el Romanticismo quienes demostraban una
sensibilidad extrema o una existencia especialmente atormentada que les hacía
moverse siempre por los extremos (representantes del bien, el mal, el valor…).
En la nueva época que vamos a estudiar, el héroe o la heroína novelescos son
sencillamente humanos: seres contradictorios, complicados, difícilmente
definibles. Cuando acabamos cualquiera de las grandes novelas de este período,
nos resulta imposible juzgar a sus protagonistas. Tal vez porque el gran
acierto de estas obras consista precisamente en sustituir las verdades
inmutables por la duda. Y el individuo medio, el lector, se siente
identificado con esos conflictos que a él mismo se le plantean en la vida
cotidiana. En definitiva, la nueva sociedad burguesa significa en literatura el
triunfo del ser humano sobre el ideal, del héroe novelesco frente al arquetipo.
Este último hecho no
quiere decir que obras románticas y realistas no coincidieran durante la
primera mitad del siglo XIX. El escritor romántico Víctor Hugo sigue publicando
sus obras en pleno apogeo del realismo (Hernani,
1830 y Los Miserables 1862). Lo que
ocurre es que mientras estas obras se consideraban residuos de una forma de
escribir condenada casi a desparecer, las nuevas novelas realistas inauguran un
camino que seguirá vigente, con los lógicos altibajos, hasta nuestros días.
Durante el siglo XIX
se establecen las bases de lo que será la novela tal y como lo entendemos en la
actualidad. Esto no quiere decir que no existieran novelas anteriores, que
hemos estudiado en el curso pasado. Lo que ocurre es que se trataba de ejemplos
aislados , no de una voluntad colectiva de los escritores de reflejar la
existencia humana mediante este género literario. La novela, hasta entonces un género
considerado menor frente a la poesía o el teatro, muestra de pronto sus
posibilidades para contar la realidad de las personas y de la sociedad en la
que viven. Al igual que ocurrirá con el cine en el siglo XX, la novela decimonónica
encanta a los lectores porque en ellas ven explicados sus ansias y temores, sus
inseguridades y problemas cotidianos. Para explicar el auge del género en este
siglo, baste con decir que en cualquiera de los países que vamos a estudiar se
escribieron durante el siglo XIX más novelas que las sumadas en todos los
siglos anteriores.
Stendhal decía que
la novela debe ser como un espejo situado ante el camino de nuestras vidas: en
ese espejo se ha de reflejar lo bueno y lo malo, las virtudes y los defectos.
El problema estriba en que la caída de la sociedad estamental significa también
el derrumbamiento de unos valores que se tenían por inmutables e indiscutibles.
El incipiente orden burgués se encuentra en la tesitura de tener que sustituir
esos valores por otros que sean razonables. De ahí que la novela del XIX, más
que soluciones, nos plantee interrogantes que se relejan en los conflictos de
sus personajes: ¿es condenable que una mujer joven, casada con un hombre caduco
y prosaico, busque el amor de otra persona? ¿Son culpables de su miseria los
humildes por malvados que parezcan?
¿Hasta dónde somos un producto de la sociedad en que nos hemos criado?
La grandeza del
narrador realista es que no nos plantea estas cuestiones desde un punto de
vista teórico, sino a partir del relato de una situación en la que intervienen
tantos factores que el novelista se convierte en cronista de una sociedad
utilizando sus personajes como ejemplos con los que el lector se siente más o
menos identificado: la realidad homogénea no existe, existe la de los
individuos y, por tanto, la de los
personajes novelescos y la de sus lectores.
FRANCIA
Suele considerarse
la cuna del Realismo, tanto porque es en este país donde surgen las primeras
obras que establecen las bases del género, como por el origen del término.
Aparece en Francia
hacia 1830 y alcanza su plenitud cerca de 1850. Durante un tiempo se emplea con
valor despectivo. La literatura francesa va a crear también ese prototipo de
héroe atormentado y resignado en una sociedad que generalmente desprecia. Frente
a los héroes románticos que aún conservan rasgos trágico-heroicos, los
personajes de Stendhal o Balzac son seres vencidos incluso cuando consiguen
alcanzar sus propósitos, porque, al igual que las especies descritas por
Darwin, deben adaptarse al medio si no quieren desaparecer. Y esta adaptación a
un medio que les resulta odioso se hará, más que con luchas heroicas, con
cinismo y desprecio.
Stendhal (1783-1842). Ha pasado a la historia de la Literatura por
dos grandes obras: La cartuja de Parma
y El rojo y el negro. Esta
última se considera como una de las obras más logradas de la nueva literatura
realista. El protagonista, Julien Sorel,es un seminarista, de origen campesino,
que trata de abrirse hueco en la sociedad recurriendo a cuantos artificios le
dicta su inteligencia para escalar peldaños. La mentira, el engaño, serán
lícitos porque la rígida organización social de su época no le deja otras
posibilidades. Stendhal traza así un
retablo magistral de esa sociedad mediocre, hipócrita y aferrada a principios
caducos en la que han de moverse los personajes de su novela entre sus deseos y
la realidad, como el protagonista que quisiera haber sido un militar importante
y se quedó en seminarista: rojo (color del uniforme militar) y negro (el de la
sotana del seminarista).
Honoré de Balzac (1799-1850) es uno de los novelistas más
importantes de todos los tiempos, tanto por la magnitud de su obra (un centenar
de novelas, relatos, artículos…) como por la calidad de las mismas. Dentro de
esta gigantesca producción destacan las novelas recogidas bajo el título
genérico de La comedia humana,
conjunto de novelas y relatos por los que desfilan más de dos mil personajes de
todas las clases sociales, ideologías y que además son utilizados por el autor
en diferentes obras para ofrecernos distintas perspectivas.
Gustave Flaubert (1821-1881) suele ser considerado un puente entre
la novela romántica y la realista. Es un novelista especialmente dotado para
describir las pasiones amorosas. Su obra cumbre es Madame Bovary. En ella el autor traza un admirable retrato
psicológico de una mujer que se debate entre la triste realidad y sus
fantasías. Sus páginas reflejan el pesimismo y la desilusión de un hombre
escéptico ante los cambios sociales, ante las ideologías e ilusiones contemporáneas
y, sobre todo, ante la superficialidad de la sociedad burguesa.
Émile Zola (1840-1902) es el máximo representante del llamado
Naturalismo, tendencia del Realismo que pretende reflejar la realidad tal y
como es, sin evitar sus aspectos más desagradables. Dada la época de conflictos
sociales en que se desarrolla el Naturalismo con continuas luchas obreras,
revoluciones, represiones, etc. los temas políticos cobrarán gran relevancia. La taberna mostrará la miseria
del proletariado urbano. Germinal
refleja las duras condiciones de vida de las colonias de mineros.
REINO UNIDO
La novela inglesa
del XIX se desarrolla durante la era victoriana: la industrialización traerá
consigo el abandono del campo, la aglomeración en las ciudades de una nueva
clase social, el proletariado, que vive en condiciones extremadamente duras:
los niños trabajaban en unas condiciones inhumanas. La burguesía, dueña de las
fábricas, consigue derechos políticos, como el derecho a voto y la
representación parlamentaria, mientras que a los obreros se les niega el voto,
con lo que solo les queda la revuelta callejera.
Charles Dickens (1812-1870). Es el más grande de los novelistas de
su época. Su obra abarca todos los géneros y temas. En Oliver Twist nos relata la historia de un niño envuelto en
el mundo de los bajos fondos londinenses
en los que el hampa dicta sus leyes.
También de protagonista infantil es David
Copperfield.
RUSIA
La novela rusa realista es de una importancia
fundamental. A sus autores se les ha llamado “los grandes maestros rusos”.
También las condiciones políticas, económicas y sociales
de la Rusia del XIX ayudan a comprender el importante desarrollo que tuvo la
novela en ese país.
La Rusia zarista de principios del siglo XIX es un
inmenso gigante con los pies de barro. El proceso de industrialización de otros
países europeos no ha llegado a Rusia, lo cual priva al país de una burguesía
que estimule las reformas políticas. Frente a ello, Rusia continúa moviéndose
en los parámetros de la sociedad feudal: la inmensa mayoría de la población es
analfabeta y trabaja, en condiciones de esclavitud, para unos terratenientes
que poseen territorios más amplios que algunos países europeos, territorios en
los que tienen todos las prerrogativas medievales, incluyendo la de disponer de
la vida de sus vasallos. En las grandes
ciudades se hacinan muchedumbres de hambrientos y desarrapados que luchan día a
día por su subsistencia.
Estos hechos dan lugar a que la novela rusa del XIX
refleje conflictos primitivos, pasiones y crímenes brutales de esos seres que
carecen de cualquier esperanza para salir de sus condiciones miserables.
Turgueniev (1818-1883). En Relatos de un cazador describe
las infrahumanas condiciones de vida del campesinado.
Dostoievki (1821-1881). Es un novelista con una capacidad
portentosa para retratar a seres atormentados, capaces de los actos más
generosos y crueles, seres que continuamente se preguntan por su destino y por
las posibilidades del ser humano de escapar de sus propios impulsos o de la tenaza
de una sociedad despiadada. Debajo de toda esta complejidad está el
planteamiento del filósofo Nietzsche de que no hay hechos, sino
interpretaciones. Por ello la verdad es algo esencialmente oscuro, ya que cada
individuo tiene una consciencia diferente de la misma. Sus grandes obras son: Crimen y castigo, Los hermanos
Karamazov, El jugador, El idiota.
Leon Tolstoi (1828-1910). Su obra más importante es Guerra y paz, extensa novela
situada en la época de la invasión de
Rusia por las tropas de Napoleón y la derrota y retirada de los
ejércitos imperiales. Su otra gran
novela es Ana Karenina, en la
que desarrolla uno de los temas favoritos de los escritores realistas de todos
los países: los conflictos interiores que surgen en una mujer cuando se
enfrentan sus pasiones amorosas a las normas morales de la sociedad.
LA ESPAÑA DEL REALISMO
LA ESPAÑA DEL REALISMO
Durante los primeros años del siglo XIX, la burguesía
desempeñó un papel agitador contra el antiguo régimen; pero al convertirse en
“la burguesía de los negocios”, provocó el enfrentamiento de los trabajadores.
Entre 1868 y 1875, el movimiento obrero cobró verdadera entidad.
En esta época, se sucedieron períodos políticos de
cambio:
Reinado de Isabel II
(1833-1868): se desarrolló con turno de partidos en el poder. La monarquía
entró en crisis, entre otras causas, porque los gobiernos moderados que la
reina apoyó no realizaron las reformas económicas y sociales que el país
necesitaba.
La Revolución de 1868: durante
todo el siglo XIX se buscó un sistema político constitucional que acabara con
los privilegios de la aristocracia y el Antiguo Régimen. Uno de estos intentos
fue la Revolución de 1868 (la Gloriosa), a raíz de la cual Isabel II tuvo que
renunciar al trono y exiliarse.
El sexenio democrático
(1868-1874): durante seis años se vivió un período convulso en el que se
ensayaron varios regímenes políticos, ninguno de los cuales llegó a cuajar: ni
la monarquía parlamentaria de Amadeo I de Saboya ni la I República española
(1873-1874).
Restauración de la monarquía
borbónica Alfonso XII (1875-1886): se turnaron dos partidos, el conservador y
el liberal.
El movimiento obrero: los
obreros comienzan a organizarse en sindicatos y partidos políticos.
Rasgos de la novela realista:
·
Los autores pretenden que sus obras sean
verosímiles, con personajes y situaciones que, sin haber existido en la
realidad, resulten convincentes.
·
Como el reflejo de la realidad no puede ser
total, selecciona solamente aquello que le interesa retratar.
·
Busca la exactitud en los datos, por lo que la
fase previa a la escritura requiere un riguroso proceso de documentación.
·
Los personajes proceden del mundo más inmediato:
el clero, la política, la burguesía, la aristocracia o el pueblo llano. Los
protagonistas aparecen definidos por sus pensamientos, sus sueños, sus defectos
o sus virtudes. Al autor le interesa profundizar en el análisis de caracteres,
conocer cómo es el hombre y qué piensa de lo que le rodea.
·
La novela de esta época cuenta una historia con
un principio y un final en un espacio y en un tiempo concretos, y la acción
avanza de forma lineal.
·
Temas: relaciones amorosas conflictivas, el
adulterio; el conflicto entre tradición y progreso; el anticlericalismo.
·
El narrador omnisciente puede adoptar un punto
de vista más o menos objetivo, pero normalmente interviene en la obra con opiniones y juicios.
·
En las novelas realistas debe distinguirse entre
cómo habla el narrador y cómo los hacen los personajes. El lenguaje del
narrador suele ser culto y cuidado, pero también puede adoptar el registro
coloquial. Los personajes se expresan de acuerdo con su condición social y
cultural.
·
Los diálogos pretenden salvar la monotonía y
conseguir una impresión de realidad.
·
Se introducen minuciosas y detalladas
descripciones de ambientes, que interesan por sí mismas, y retratos de la vida
interior de los personajes, así como de su aspecto externo.
HISTORIA DE LA NOVELA REALISTA EN
ESPAÑA
Para
el desarrollo de la prosa realista tiene una gran importancia el auge del
periodismo. La mayor parte de los prosistas del XIX ejercitan su pluma en los
periódicos. La prensa, por pura necesidad de proximidad al lector, crea una
prosa directa, liberada de la grandilocuencia romántica. En uno de los géneros
periodísticos, el artículo de costumbres, estaba el germen de lo que iba a ser
luego la novela realista.
Cuando
triunfa el Realismo, el costumbrismo periodístico va siendo sustituido en la
prensa por otro género narrativo: el cuento. Más evidente cuanto más avanza el
siglo. La proliferación de relatos breves es insólita y su número se cuenta por
millares. Aunque a veces no es fácil distinguirlos de los cuadros
costumbristas, suelen reflejar la España contemporánea y prefieren el entorno
urbano y los ambientes burgueses.
El
costumbrismo se encuentra también la base de otro aspecto característico de la
novela realista: el gusto por la novela regional. En Andalucía están
ambientadas muchas de las novelas de Fernán Caballero y de Juan Valera; en
Cantabria las de José Mª de Pereda; en Asturias las de Palacio Valdés. En estas
novelas se observan y documentan minuciosamente las costumbres locales.
Entre
los realistas españoles suelen distinguirse dos grupos: los conservadores o
tradicionalistas y los liberales o progresistas. Esta oposición ideológica es
visible en los textos literarios y se manifiesta, por ejemplo, en la oposición
las novelas entre el campo y la ciudad. Para los conservadores (Pedro Antonio
de Alarcón, Juan Valera) la sociedad campesina es idílica, la ciudad es un nido
de corrupciones y, en sus argumentos, los personajes del sencillo e inocente
medio rural son destruidos cuando entran en contacto con la urbe. Para los
liberales, en cambio, la ciudad es el lugar de la civilización moderna y del
progreso, mientras que el campo –o la pequeña capital de provincias- es un
medio inculto y atrasado en donde los personajes procedentes del medio urbano,
instruidos y liberales, se enfrentan con graves problemas. Estas son las claves
temáticas de las novelas de tesis, que escriben los narradores de ambos bandos
para defender sus postulados ideológicos. En estas novelas de tesis los personajes
son, en general, meros tipos y se encuentran definidos de antemano: sirven como
vehículo para exponer las ideas del autor.
Además
del costumbrismo, otras influencias literarias contribuyen
también a la consolidación de la novela realista española: Una es, por
supuesto, la de los grandes escritores
realistas europeos, que fueron bien conocidos tanto de forma directa, como
a través de traducciones. Otra es la novela
de folletín, muy leída por los realistas españoles, y de la que tomaron
motivos y recursos diversos, aunque también la criticaron y la parodiaron en
sus propias novelas. Otro precedente literario es la novela histórica romántica, que, sobre todo, les sirve a los
realistas como contramodelo: frente a la ambientación en el pasado y la imprecisión
temporal, características de la novela romántica, la realidad contemporánea y
la precisión de los datos, típicas de la novela realista; frente a los casos
insólitos y maravillosos de los relatos románticos, sucesos y personajes
comunes y corrientes en los realistas. Finalmente, una fuente muy importante de
la novela realista española es la de la prosa española de los siglos XVI y XVII
(Cervantes, la picaresca, Quevedo…), que era asimismo bien conocida por los
realistas europeos.
La
transición de la prosa romántica a la novela prerrealista se manifiesta en las
obras de Fernán Caballero y Pedro Antonio de Alarcón. El realismo se consolida
con la narrativa de Juan Valera, José María de Pereda, Emilia Pardo Bazán y,
sobre todo, de Benito Pérez Galdós y de Leopoldo Alas, “Clarín”.
Fernán Caballero: seudónimo de Cecilia Böhl de Faber. Se la
considera precursora del Realismo español; pero aún sus obras tienen muchos
elementos románticos, muy condicionada por las creencias católicas y la
idealización con que pinta tipos y paisajes andaluces la alejan de los
presupuestos centrales del Realismo. Su obra más conocida es La gaviota.(1849)
Pedro Antonio de Alarcón: Es también un escritor prerrealista,
cercano aún al Romanticismo y a la prosa costumbrista. Conservador y
neocatólico. Sus novelas no son de gran calidad: sus personajes carecen de
individualidad y son maniqueos, los argumentos son inverosímiles y su lenguaje
peca de excesiva verbosidad. Una excepción sorprendente es la novela corta El sombrero de tres picos (1874).
Alarcón gana en las narraciones breves, donde la carga moralizante se atenúa.
Ya
dentro del Realismo:
José María de Pereda: Es el máximo representante de la novela
tradicionalista. De hidalga familia cántabra, fue toda su vida un católico
militante y, políticamente, se situó en el ámbito del carlismo, al que
representó en el Parlamento como diputado.
Defiende en sus obras
el mundo rural, idílico, frente a los males del mundo urbano y burgués, que
representa para él la degradación y la corrupción. Casi todas sus novelas
(excepto algunas ambientadas en Madrid, prototipo de la perversión de la gran
ciudad) transcurren en su región cántabra, y son un ejemplo de la novela regional. Sus obras adolecen de
muchos defectos: personajes acartonados, moralismo abrumador, constantes
intromisiones del narrador, argumentos faltos de intriga. Sin embargo, son
apreciables su gran calidad descriptiva, tanto del paisaje como de tipos
locales, y la riqueza lingüística. De entre sus novelas destacan Sotileza (1884) y sobre todo Peñas arriba (1895).
Juan Valera: Es uno de los escritores más cultos de su generación.
Frente a otros autores, Valera se preocupa más por los aspectos estéticos que
por la descripción de la realidad. Defiende el carácter poético de la novela y
postula un tipo de narración que estudie más el interior de los personajes que
lo externo a ellos. Reclama una literatura que cree objetos bellos que deleiten
al lector, dejando a un lado cualquier preocupación por la sociedad del
momento. Según él, el arte debe carecer de intención moralizadora y limitarse a
crear sentimientos, pasiones, caracteres, emociones. Su único fin es agradar al
lector. En consecuencia, sus novelas se mueven dentro de marcos ideales donde
difumina los conflictos sociales de la época. Tampoco sus personajes hablan de
manera realista; su estilo es culto y academicista. Aunque el narrador
interviene en los relatos, el uso de la ironía pone distancia entre los
personajes y el autor. El amor es el tema de la mayor parte de sus novelas. La
primera y más valiosa es Pepita
Jiménez (1874), recreación de una sociedad patriarcal en la que los
conflictos son, en el fondo, insustanciales y donde acaba reinando la felicidad
más absoluta.
Benito Pérez Galdós: Es el más importante de todos los narradores
realistas. Nació en Las Palmas de Gran Canarias en 1843 y murió en Madrid en
1920. De ideas liberales y anticlericales, con gran fe en la educación
y el progreso, fue diputado por el Partido Liberal y luego fue republicano. Las
fuerzas conservadoras impidieron su candidatura al Premio Nobel de Literatura.
Estilo:
·
Acción lenta por las numerosas digresiones y
descripciones detalladas de personajes, objetos y ambientes, que crean la
atmósfera de realismo.
·
Narrador omnisciente y subjetivo, ya que entra
en la mente de sus personajes y comenta con ironía y humor el comportamiento de
los mismos.
·
Caracterización psicológica indirecta mediante
diálogos, monólogos interiores y sueños de sus personajes.
·
Reflejo de todos los registros: lenguaje
popular, expresividad oral, argot, muletillas, neologismos de moda en su época.
Destaca por la creación de
personajes y su capacidad para integrar la historia del país en la vida de esos
seres.
Novelas de la primera época:
novelas de tesis.
La
labor narrativa del autor comienza con la publicación de La fontana de oro (1870), una novela histórica con elementos
costumbristas.
A
partir de 1873 dio inicio a la serie de los Episodios
nacionales: Se trata
de 46 novelas distribuidas en cinco series, cada una de diez episodios (menos
la última, que solo tiene seis). Son narraciones sobre los acontecimientos
históricos más importantes en la España del siglo XIX. Sus títulos aluden a
sucesos históricos: Trafalgar, Bailén, La
batalla de Arapiles… En relación con esos grandes hechos, se narran
episodios de la vida cotidiana de personajes ficticios, cuyas vidas conforman
la trama.
Irá alternando los Episodios nacionales con otras novelas
como Marianela o Doña
Perfecta.
Son novelas de
tesis, que exponen conflictos ideológicos, de tema religioso y
anticlerical. Los personajes y las tramas están sometidos a las ideas del autor
y sirven para ejemplificarlas: carecen de autonomía y complejidad psicológica y
caen en el maniqueísmo de “buenos” frente a “malos”. Los ideales de libertad,
de tolerancia y progreso que defiende Galdós se enfrentan al conservadurismo,
la intolerancia y una religiosidad que niega valores auténticamente cristianos.
Los medios empleados por el autor para presentar su tesis
son, principalmente, la conducta y
las opiniones de los personajes,
símbolos y portavoces de las ideas y los comentarios
del narrador omnisciente que apela al receptor lo guía en la lectura y
moraliza. Los temas principales de esta primera época son la intolerancia y la
hipocresía.
Novelas de la
segunda época: novelas contemporáneas.
La segunda serie se abre con La desheredada (1881) a la que siguen otras como El doctor Centeno, Miau y una de las obras maestras del autor: Fortunata y Jacinta (1886-1887).
En las novelas contemporáneas, Galdós inventa un mundo
ficticio, reflejo de la realidad de la época y en el que Madrid adquiere un
papel protagonista; a través de los barrios madrileños el autor ofrece una
visión de la España de la época.
Los personajes de esta serie son más complejos. Se
incorporan, además, elementos naturalistas: las causas biológicas y,
especialmente, sociohistóricas de la conducta de los personajes, pero
finalmente, estos actúan movidos por sus valores.
En estas novelas Galdós desarrolla diversas técnicas
narrativas:
Predominio del narrador
omnisciente.
Diálogos que permiten
ofrecer perspectivas diversas sobre la realidad y caracterizar a los personajes
según sus usos lingüísticos.
Monólogo interior,
estilo indirecto libre y modo teatral, forma dialogística totalmente novedosa
en la que los parlamentos de los personajes presentados sin intervención de un
narrador y con acotaciones (los capítulos de La desheredada escritos de este modo se titulan “escenas”).
También emplea en estas
obras humor, ironía y parodia.
Novelas
espiritualistas.
En las novelas espiritualistas de Galdós prevalecen los
valores evangélicos: el amor y la caridad cristiana.
Estos relatos constatan la desilusión ideológica del
autor por el fracaso de la burguesía para transformar la sociedad y su recurso
a la trascendencia, a los auténticos principios del cristianismo. La crisis de
fin de siglo implica la transformación del Realismo, próximo ya a su fin.
Estas obras se relacionan con el espiritualismo de
escritores rusos como Tolstoi y con un nuevo idealismo que desarrolla
conflictos éticos. Aparecen personajes humildes, imbuidos de altos valores
morales y gran sentido del deber. En Misericordia
(1897) la bondad y la caridad de la protagonista destacan en un medio de
extrema pobreza.
El espacio preferido en estas novelas ya no es el Madrid
de la burguesía, sino el de los barrios más miserables de la época.
Últimas novelas.
Las últimas novelas de Galdós –Casandra (1905), La razón de la sinrazón (1915)- mezclan el
realismo con lo maravilloso y fantástico. En ellas hay puntos de contacto con
la ideología de los escritores del 98: el conocimiento y el retrato de la
geografía castellana y al vida cotidiana de los seres anónimos. En general,
manifiestan confianza en la educación como medio para transformar el país.
EL NATURALISMO
EL NATURALISMO
Es un movimiento
literario que deriva del Realismo y que lleva al extremo las ideas de este.
El Naturalismo nació
impulsado por el francés Émile Zola, quien propuso aplicar el método científico
a la literatura: se trataba de describir y analizar al ser humano, que está
determinado por el medio, por el momento histórico y por la herencia biológica.
En España, los escritores rechazaron
el determinismo biológico y reivindicaron el libre albedrío y el humor; sin
embargo incorporaron temas y técnicas naturalistas: las descripciones
minuciosas y documentadas; una menor intervención del narrador y mayor
presencia de las palabras y los pensamientos de los personajes; y la influencia
del medio (físico y social), de los fisiológico, de la educación y la familia
en la conducta de los personajes.
Se desarrolló en España en la década
de 1880. El novelista que asimiló estas ideas fue Galdós. Su primera obra naturalista
fue La desheredada (1881), si bien la
más conocida es Fortunata y Jacinta
(1886-1887).
Aquí fue motivo de polémica. Los
escritores tradicionalistas y católicos lo rechazaron, porque reflejaba con
mucha crudeza lo más sórdido de la realidad y además negaba la libertad de los
seres humanos, ya que partía de que las personas estaban determinadas por la
herencia biológica y por el ambiente.
Defensores fueron Galdós y Clarín. Con
gran influencia en su estilo fueron Emilia
Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez.
Características
de la novela naturalista:
Ideología:
la conducta humana está condicionada
por la herencia y el ambiente.
Denuncia la
injusticia de la sociedad burguesa.
Intenta
reformar la sociedad a través de la educación, la sanidad…
Literatura: novelas muy extensas y de acción escasa.
Descripciones
objetivas y minuciosas
Preferencia
por el personaje colectivo (la mina, la fábrica…)
Personajes
individuales con malformaciones psíquicas o físicas.
Lenguaje
científico, jergas, dialectalismos, coloquialismos.
Leopoldo Alas “Clarín”.
Cultivó
la crítica, el ensayo, la novela y el cuento. Su producción crítica, publicada
en periódicos y revistas, comprende textos satíricos, políticos y literarios,
con los que pretendía formar estética y moralmente al lector.
En
cuanto a su obra narrativa, confluyen en ella diversas influencias: ciertos elementos del naturalismo, como la
observación y la interdependencia
entre fisiología y psicología, y la religiosidad de las corrientes espiritualistas de finales del siglo XIX, con un
cristianismo que propugna la tolerancia.
Entre
los cuentos, publicados en su mayoría en periódicos y revistas, destacan Pipá, El Quin, ¡Adiós cordera!
Su gran obra es La Regenta
(1884-1885). En ella Clarín aborda el conflicto de la búsqueda del amor ideal
en un ambiente mediocre y hostil; es la historia de una carencia de amor y de
amistad.
La
narración se organiza en torno a Ana Ozores, Fermín de Pas, Álvaro Mesía y la
ciudad de Vetusta (detrás de la que se esconde Oviedo), y abarca los
comportamientos de la aristocracia, del clero y de la burguesía en una ciudad
de provincias, donde priman la hipocresía, la ambición, la inmoralidad, la
incultura y el tedio.
Los
elementos naturalistas se advierten, sobre todo, en el determinismo del medio y
en las circunstancias que han marcado a la Regenta: la orfandad, una infancia
infeliz, una educación severa y cruel y la realidad asfixiante de la ciudad de
Vetusta. Ana Ozores se debate continuamente entre esos factores y su conciencia,
y esas crisis se manifiestan en reacciones fisiológicas (fiebres histéricas).
En
la obra, aparte del detallismo, los contrastes y las oposiciones temáticas y
las técnicas realistas, sobresale especialmente el uso del estilo indirecto
libre. Este tipo de discurso, junto con los diálogos servirá para caracterizar
a los personajes y su vida interior. El narrador interviene a veces en la
historia con profunda ironía.
Emilia Pardo Bazán
Mujer
de gran cultura, desarrolló una intensa actividad intelectual como periodista,
narradora y crítica literaria.
En
1883 publicó La cuestión palpitante,
un análisis y, a la vez, una crítica del naturalismo francés representado por
Zola. Desde sus creencias católicas rechazó el determinismo y la representación
de “asuntos repugnantes o desvergonzados”, aunque elogió el método de la
observación minuciosa, así como la calidad artística del escritor francés.
La
narrativa de Emilia Pardo Bazán incorpora elementos naturalistas: descripciones
minuciosas, influencia del medio y situaciones violentas y escabrosas.
En
Los pazos de Ulloa describe la
Galicia campesina del siglo XIX: un mundo lleno de ignorancia, violencia y
crueldad. El enfrentamiento entre el campo y la ciudad se resuelve en la
oposición civilización-barbarie. El medio rural representa aristócratas
decadentes y degradados, caciques, criados codiciosos y brutales, seres
primarios. Los personajes del entorno urbano, indefensos y débiles, sufrirán un
proceso de marginalidad y destrucción.
Vicente Blasco
Ibáñez
Escritor
valenciano. Sus primeras composiciones son novelas de tesis, al servicio de sus
ideas, de la razón y de la ciencia y en contra del fanatismo religioso.
En
las novelas regionalistas los elementos naturalistas están presentes en el
determinismo social y biológico que condiciona el destino de los personajes en
los escenarios y en las acciones sórdidas y brutales. Todo ambientado en la
zona de Valencia: comerciantes pescadores, huertanos y terratenientes. Obras: La barraca, Cañas y barro.
En sus últimas obras, después de un segundo
período de novelas de tesis, en este caso de carácter social, Blasco Ibáñez
mezcla realismo y aventura, sentimentalismo y exotismo, en la búsqueda de una
literatura que pudiera interesar al gran público. Destaca Los cuatro jinetes del Apocalipsis.
jueves, 13 de noviembre de 2014
El castellano medieval
FONÉTICA MEDIEVAL
El castellano medieval
contaba con algunos sonidos que no se han conservado, es decir, que el
castellano actual no los incorpora. La pronunciación moderna de nuestro idioma
quedó fijada, aproximadamente, entre la segunda mitad del siglo XVI y la
primera mitad del siglo XVII. Vemos, a continuación, las diferencias de
pronunciación que presentaba el castellano medieval en comparación con el
castellano moderno:
- Distinguía dos
variedades de S: una de ellas sorda (o lo que es lo mismo: sin vibración en las
cuerdas vocales) que se solía escribir Ss cuando iba entre vocales –viniesse,
por ejemplo- y S cuando se situaba en posición inicial –silla- o tras
consonante –pensar-; y la otra sonora, cuando iba en posición intervocálica,
que se escribía siempre S –casa-. Esta distinción pareció extinguirse en el
Siglo de Oro, y sólo pervivió la variación sorda, que es la que ha llegado
hasta hoy y que se escribe S.
- Había también una Ç
sorda y una Z sonora, como en Plaça, o en Hazer. Se pronunciaban prácticamente
como Ts, la primera, y como Ds, la segunda (Platsa, Hadser). A comienzos del
siglo XVI ambas adquirieron su sonido actual –interdental-, pero la primera
siguió siendo sorda (sin vibración de las cuerdas vocales) y la segunda sonora.
Finalmente, esta distinción se perdió también a lo largo del siglo XVII, y
subsistió solamente la que se mantiene hoy en día, la sorda. Un sonido que se
escribe con C cuando va antes de E o I, y Z cuando va ante A, O o U.
- Existía una X sorda
(palatal fricativa sorda, que sonaba más o menos como la Ch francesa) y una G o
J sonora (prepalatal africada o fricativa sonora, más o menos equivalente a la
G y la J francesas). Nuevamente, a comienzos del siglo XVI se articulaban ya a
la manera de la G y la J modernas, si bien la X seguía siendo sorda y la G y J
sonoras. A comienzos del siglo XVII prevaleció, como en las otras ocasiones,
tan sólo la variedad sorda, es decir, la G y la J modernas, que empezaron a
pronunciarse con el mismo sonido: dijo, hijo, coger.
- La lengua medieval
diferenciaba entre la B (bilabial oclusiva sonora, como en barco), que procedía
de la P latina (de recipio se pasó a recibo); y la V (escrita V o U) que
procedía de la o V latinas (de amava a amaba, de caballum a caballo), que se
pronunciaba como actualmente cubo o nave (bilabial fricativa sonora). Durante
el siglo XVI se perdió la B oclusiva en posición intervocálica, y sólo quedó la
variedad fricativa. Se igualaron, por tanto, las pronunciaciones de recibo,
amaba y caballo. La B bilabial oclusiva sonora (escrita B o V), se mantiene en
la pronunciación actual sólo cuando es inicial absoluta: barca, bola, bota; y
cuando va detrás de M o N: bombardeo, enviar.
- Por último, la H procedente de la F
inicial latina se pronunciaba aspirada, pero a lo largo del siglo XVI fue
perdiendo la aspiración y, al final, dejó de pronunciarse.
lunes, 27 de octubre de 2014
jueves, 9 de octubre de 2014
La Celestina: introducción para su lectura
Aquí tenéis un enlace para ver la introducción sobre La Celestina
https://drive.google.com/file/d/0B4WRFNXu9umEb2dfd3IzU0RmSlE/view?usp=sharing
martes, 30 de septiembre de 2014
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