lunes, 26 de enero de 2015

Vamos a seguir relacionando arte y literatura. Seguro que conocéis al pintor austríaco Gustav Klimt. Sus cuadros son semejantes a la poesía modernista. Nacieron y vivieron en los mismos años y sus gustos artísticos son semejantes. Veis en estas dos muestras: El beso y Danae, la incorporación de elementos lujosos (los dorados, las pieles), los colores llamativos y atrayentes, la influencia japonesa en los pequeños elementos, la presencia de lo erótico.
Observad la semejanza entre el poema De invierno y estos cuadros.


En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.

El Modernismo en las artes (no os lo perdáis)


lunes, 15 de diciembre de 2014

EL REALISMO EN EUROPA

EL REALISMO


El Realismo es un movimiento artístico y literario que tiene como objetivo representar de forma minuciosa y objetiva la realidad contemporánea reflejando la vida cotidiana y los problemas de la sociedad burguesa de la segunda mitad del siglo XIX.
En Literatura triunfará la novela, pues dadas las características de este movimiento artístico, es en este género donde mejor se puede reflejar la realidad contemporánea.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la burguesía se hizo con el poder político y económico en Europa, y, como consecuencia de ello se produjeron cambios muy profundos en la forma de vivir y pensar.
Uno de los cambios más importantes fue la Revolución Industrial, que originaría un gran desarrollo de las ciudades, pues las industrias se ubicaban en ellas: aparece el tren, la luz eléctrica…  Hay importantes avances tecnológicos y científicos y se pone de moda la ciencia experimental.  Se confiaba ciegamente en la ciencia, y se esperaba que el progreso fuese permanente y solucionara todos los problemas humanos y sociales. 
El desarrollo de la industria atrajo a una gran masa de campesinos que se dirigieron a las ciudades en busca de trabajo. De este modo, se modificaron las condiciones de vida: grandes urbes con una nueva fisonomía, hacinamiento, falta de higiene, mano de obra barata, miseria, pobreza.
Las consecuencias de todo ello fue la transformación de las relaciones sociales: por una lado
Siguiendo los dictámenes científicos, el arte debía ser consecuencia de la observación directa y minuciosa de la realidad, como se hacía con las investigaciones científicas: observación, documentación y experimentación.  Debía estar dotado de una objetividad total. Frente al individualismo romántico, aun impregnado de idealismo y valores supremos, el individualismo burgués de la novela reflejará los conflictos cotidianos, la realidad de una sociedad que se está creando con todas sus virtudes y sus defectos.
La literatura realista se verá también claramente influida por el pensamiento y el  desarrollo científico de la época: Augusto Compte reacciona contra el idealismo filosófico anterior, proclamando la necesidad de investigar los hechos observables para llegar a los conceptos. La filosofía positiva (o positivismo) coincide así con los planteamientos del narrador realista: no hay que buscar los modelos en las obras clásicas, en países o épocas lejanas, sino ser historiadores del presente, de la realidad que se observa en cualquier ambiente.
Por la misma época, Marx y Engels plantearán la necesidad del análisis materialista dialéctico de la realidad para llegar a la conclusión de que ha de establecerse una nueva sociedad basada en el triunfo del proletariado sobre la burguesía.
El método de observación y recogida minuciosa de datos para crear después personajes y ambientes coincidirá con el de los científicos, que rechazan los aprioris o presupuestos anteriores para estudiar minuciosamente los seres vivos y establecer leyes sobre el origen y la evolución de las especies (Darwin, 1859) o sobre la herencia (Mendel, 1863).
Los presupuestos de que se heredaban no solo los bienes materiales sino también el derecho al voto o la consideración social, comenzaban a quedar obsoletos. Y si el fin de la sociedad estamental suponía la agonía en lo político de los privilegios de las antiguas castas feudales, también significaba el inicio de un nuevo protagonismo en la literatura y el arte. El individuo, cualquier individuo, se erigía en el centro de la creación. Y no ya, como en el Renacimiento, aquellos que sobresalían de los demás por sus aptitudes; ni como en el Romanticismo quienes demostraban una sensibilidad extrema o una existencia especialmente atormentada que les hacía moverse siempre por los extremos (representantes del bien, el mal, el valor…). En la nueva época que vamos a estudiar, el héroe o la heroína novelescos son sencillamente humanos: seres contradictorios, complicados, difícilmente definibles. Cuando acabamos cualquiera de las grandes novelas de este período, nos resulta imposible juzgar a sus protagonistas. Tal vez porque el gran acierto de estas obras consista precisamente en sustituir las verdades inmutables por la duda. Y el individuo medio, el lector, se siente identificado con esos conflictos que a él mismo se le plantean en la vida cotidiana. En definitiva, la nueva sociedad burguesa significa en literatura el triunfo del ser humano sobre el ideal, del héroe novelesco frente al arquetipo.
Este último hecho no quiere decir que obras románticas y realistas no coincidieran durante la primera mitad del siglo XIX. El escritor romántico Víctor Hugo sigue publicando sus obras en pleno apogeo del realismo (Hernani, 1830 y Los Miserables 1862). Lo que ocurre es que mientras estas obras se consideraban residuos de una forma de escribir condenada casi a desparecer, las nuevas novelas realistas inauguran un camino que seguirá vigente, con los lógicos altibajos, hasta nuestros días.
Durante el siglo XIX se establecen las bases de lo que será la novela tal y como lo entendemos en la actualidad. Esto no quiere decir que no existieran novelas anteriores, que hemos estudiado en el curso pasado. Lo que ocurre es que se trataba de ejemplos aislados , no de una voluntad colectiva de los escritores de reflejar la existencia humana mediante este género literario.  La novela, hasta entonces un género considerado menor frente a la poesía o el teatro, muestra de pronto sus posibilidades para contar la realidad de las personas y de la sociedad en la que viven. Al igual que ocurrirá con el cine en el siglo XX, la novela decimonónica encanta a los lectores porque en ellas ven explicados sus ansias y temores, sus inseguridades y problemas cotidianos. Para explicar el auge del género en este siglo, baste con decir que en cualquiera de los países que vamos a estudiar se escribieron durante el siglo XIX más novelas que las sumadas en todos los siglos anteriores.
Stendhal decía que la novela debe ser como un espejo situado ante el camino de nuestras vidas: en ese espejo se ha de reflejar lo bueno y lo malo, las virtudes y los defectos. El problema estriba en que la caída de la sociedad estamental significa también el derrumbamiento de unos valores que se tenían por inmutables e indiscutibles. El incipiente orden burgués se encuentra en la tesitura de tener que sustituir esos valores por otros que sean razonables. De ahí que la novela del XIX, más que soluciones, nos plantee interrogantes que se relejan en los conflictos de sus personajes: ¿es condenable que una mujer joven, casada con un hombre caduco y prosaico, busque el amor de otra persona? ¿Son culpables de su miseria los humildes  por malvados que parezcan? ¿Hasta dónde somos un producto de la sociedad en que nos hemos criado?
La grandeza del narrador realista es que no nos plantea estas cuestiones desde un punto de vista teórico, sino a partir del relato de una situación en la que intervienen tantos factores que el novelista se convierte en cronista de una sociedad utilizando sus personajes como ejemplos con los que el lector se siente más o menos identificado: la realidad homogénea no existe, existe la de los individuos y,  por tanto, la de los personajes novelescos y la de sus lectores.





 

FRANCIA


Suele considerarse la cuna del Realismo, tanto porque es en este país donde surgen las primeras obras que establecen las bases del género, como por el origen del término.
Aparece en Francia hacia 1830 y alcanza su plenitud cerca de 1850. Durante un tiempo se emplea con valor despectivo. La literatura francesa va a crear también ese prototipo de héroe atormentado y resignado en una sociedad que generalmente desprecia. Frente a los héroes románticos que aún conservan rasgos trágico-heroicos, los personajes de Stendhal o Balzac son seres vencidos incluso cuando consiguen alcanzar sus propósitos, porque, al igual que las especies descritas por Darwin, deben adaptarse al medio si no quieren desaparecer. Y esta adaptación a un medio que les resulta odioso se hará, más que con luchas heroicas, con cinismo y desprecio.
Stendhal (1783-1842). Ha pasado a la historia de la Literatura por dos grandes obras: La cartuja de Parma y El rojo y el negro. Esta última se considera como una de las obras más logradas de la nueva literatura realista. El protagonista, Julien Sorel,es un seminarista, de origen campesino, que trata de abrirse hueco en la sociedad recurriendo a cuantos artificios le dicta su inteligencia para escalar peldaños. La mentira, el engaño, serán lícitos porque la rígida organización social de su época no le deja otras posibilidades.  Stendhal traza así un retablo magistral de esa sociedad mediocre, hipócrita y aferrada a principios caducos en la que han de moverse los personajes de su novela entre sus deseos y la realidad, como el protagonista que quisiera haber sido un militar importante y se quedó en seminarista: rojo (color del uniforme militar) y negro (el de la sotana del seminarista).
Honoré de Balzac (1799-1850) es uno de los novelistas más importantes de todos los tiempos, tanto por la magnitud de su obra (un centenar de novelas, relatos, artículos…) como por la calidad de las mismas. Dentro de esta gigantesca producción destacan las novelas recogidas bajo el título genérico de La comedia humana, conjunto de novelas y relatos por los que desfilan más de dos mil personajes de todas las clases sociales, ideologías y que además son utilizados por el autor en diferentes obras para ofrecernos distintas perspectivas.
Gustave Flaubert (1821-1881) suele ser considerado un puente entre la novela romántica y la realista. Es un novelista especialmente dotado para describir las pasiones amorosas. Su obra cumbre es Madame Bovary. En ella el autor traza un admirable retrato psicológico de una mujer que se debate entre la triste realidad y sus fantasías. Sus páginas reflejan el pesimismo y la desilusión de un hombre escéptico ante los cambios sociales, ante las ideologías e ilusiones contemporáneas y, sobre todo, ante la superficialidad de la sociedad burguesa.
Émile Zola (1840-1902) es el máximo representante del llamado Naturalismo, tendencia del Realismo que pretende reflejar la realidad tal y como es, sin evitar sus aspectos más desagradables. Dada la época de conflictos sociales en que se desarrolla el Naturalismo con continuas luchas obreras, revoluciones, represiones, etc. los temas políticos cobrarán gran relevancia. La taberna mostrará la miseria del proletariado urbano. Germinal refleja las duras condiciones de vida de las colonias de mineros.

 


REINO UNIDO


La novela inglesa del XIX se desarrolla durante la era victoriana: la industrialización traerá consigo el abandono del campo, la aglomeración en las ciudades de una nueva clase social, el proletariado, que vive en condiciones extremadamente duras: los niños trabajaban en unas condiciones inhumanas. La burguesía, dueña de las fábricas, consigue derechos políticos, como el derecho a voto y la representación parlamentaria, mientras que a los obreros se les niega el voto, con lo que solo les queda la revuelta callejera.
Charles Dickens (1812-1870). Es el más grande de los novelistas de su época. Su obra abarca todos los géneros y temas. En Oliver Twist nos relata la historia de un niño envuelto en el  mundo de los bajos fondos londinenses en los que el hampa dicta sus leyes.  También de protagonista infantil es David Copperfield.

RUSIA

            La novela rusa realista es de una importancia fundamental. A sus autores se les ha llamado “los grandes maestros rusos”.
            También las condiciones políticas, económicas y sociales de la Rusia del XIX ayudan a comprender el importante desarrollo que tuvo la novela en ese país.
            La Rusia zarista de principios del siglo XIX es un inmenso gigante con los pies de barro. El proceso de industrialización de otros países europeos no ha llegado a Rusia, lo cual priva al país de una burguesía que estimule las reformas políticas. Frente a ello, Rusia continúa moviéndose en los parámetros de la sociedad feudal: la inmensa mayoría de la población es analfabeta y trabaja, en condiciones de esclavitud, para unos terratenientes que poseen territorios más amplios que algunos países europeos, territorios en los que tienen todos las prerrogativas medievales, incluyendo la de disponer de la vida de sus vasallos.  En las grandes ciudades se hacinan muchedumbres de hambrientos y desarrapados que luchan día a día por su subsistencia.
            Estos hechos dan lugar a que la novela rusa del XIX refleje conflictos primitivos, pasiones y crímenes brutales de esos seres que carecen de cualquier esperanza para salir de sus condiciones miserables.
Turgueniev (1818-1883).  En Relatos de un cazador describe las infrahumanas condiciones de vida del campesinado.
Dostoievki (1821-1881). Es un novelista con una capacidad portentosa para retratar a seres atormentados, capaces de los actos más generosos y crueles, seres que continuamente se preguntan por su destino y por las posibilidades del ser humano de escapar de sus propios impulsos o de la tenaza de una sociedad despiadada. Debajo de toda esta complejidad está el planteamiento del filósofo Nietzsche de que no hay hechos, sino interpretaciones. Por ello la verdad es algo esencialmente oscuro, ya que cada individuo tiene una consciencia diferente de la misma. Sus grandes obras son: Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, El jugador, El idiota.
Leon Tolstoi (1828-1910). Su obra más importante es Guerra y paz, extensa novela situada en la época de la invasión de  Rusia por las tropas de Napoleón y la derrota y retirada de los ejércitos imperiales.  Su otra gran novela es Ana Karenina, en la que desarrolla uno de los temas favoritos de los escritores realistas de todos los países: los conflictos interiores que surgen en una mujer cuando se enfrentan sus pasiones amorosas a las normas morales de la sociedad.


LA ESPAÑA DEL REALISMO

LA ESPAÑA DEL REALISMO
            Durante los primeros años del siglo XIX, la burguesía desempeñó un papel agitador contra el antiguo régimen; pero al convertirse en “la burguesía de los negocios”, provocó el enfrentamiento de los trabajadores. Entre 1868 y 1875, el movimiento obrero cobró verdadera entidad.
            En esta época, se sucedieron períodos políticos de cambio:
Reinado de Isabel II (1833-1868): se desarrolló con turno de partidos en el poder. La monarquía entró en crisis, entre otras causas, porque los gobiernos moderados que la reina apoyó no realizaron las reformas económicas y sociales que el país necesitaba.
La Revolución de 1868: durante todo el siglo XIX se buscó un sistema político constitucional que acabara con los privilegios de la aristocracia y el Antiguo Régimen. Uno de estos intentos fue la Revolución de 1868 (la Gloriosa), a raíz de la cual Isabel II tuvo que renunciar al trono y exiliarse.
El sexenio democrático (1868-1874): durante seis años se vivió un período convulso en el que se ensayaron varios regímenes políticos, ninguno de los cuales llegó a cuajar: ni la monarquía parlamentaria de Amadeo I de Saboya ni la I República española (1873-1874).
Restauración de la monarquía borbónica Alfonso XII (1875-1886): se turnaron dos partidos, el conservador y el liberal.
El movimiento obrero: los obreros comienzan a organizarse en sindicatos y partidos políticos.

Rasgos de la novela realista:
·         Los autores pretenden que sus obras sean verosímiles, con personajes y situaciones que, sin haber existido en la realidad, resulten convincentes.
·         Como el reflejo de la realidad no puede ser total, selecciona solamente aquello que le interesa retratar.
·         Busca la exactitud en los datos, por lo que la fase previa a la escritura requiere un riguroso proceso de documentación.
·         Los personajes proceden del mundo más inmediato: el clero, la política, la burguesía, la aristocracia o el pueblo llano. Los protagonistas aparecen definidos por sus pensamientos, sus sueños, sus defectos o sus virtudes. Al autor le interesa profundizar en el análisis de caracteres, conocer cómo es el hombre y qué piensa de lo que le rodea.
·         La novela de esta época cuenta una historia con un principio y un final en un espacio y en un tiempo concretos, y la acción avanza de forma lineal.
·         Temas: relaciones amorosas conflictivas, el adulterio; el conflicto entre tradición y progreso; el anticlericalismo.
·         El narrador omnisciente puede adoptar un punto de vista más o menos objetivo, pero normalmente interviene en la obra  con opiniones y juicios.
·         En las novelas realistas debe distinguirse entre cómo habla el narrador y cómo los hacen los personajes. El lenguaje del narrador suele ser culto y cuidado, pero también puede adoptar el registro coloquial. Los personajes se expresan de acuerdo con su condición social y cultural.
·         Los diálogos pretenden salvar la monotonía y conseguir una impresión de realidad.
·         Se introducen minuciosas y detalladas descripciones de ambientes, que interesan por sí mismas, y retratos de la vida interior de los personajes, así como de su aspecto externo.

HISTORIA DE LA NOVELA REALISTA EN ESPAÑA

            Para el desarrollo de la prosa realista tiene una gran importancia el auge del periodismo. La mayor parte de los prosistas del XIX ejercitan su pluma en los periódicos. La prensa, por pura necesidad de proximidad al lector, crea una prosa directa, liberada de la grandilocuencia romántica. En uno de los géneros periodísticos, el artículo de costumbres, estaba el germen de lo que iba a ser luego la novela realista.
            Cuando triunfa el Realismo, el costumbrismo periodístico va siendo sustituido en la prensa por otro género narrativo: el cuento. Más evidente cuanto más avanza el siglo. La proliferación de relatos breves es insólita y su número se cuenta por millares. Aunque a veces no es fácil distinguirlos de los cuadros costumbristas, suelen reflejar la España contemporánea y prefieren el entorno urbano y los ambientes burgueses.
            El costumbrismo se encuentra también la base de otro aspecto característico de la novela realista: el gusto por la novela regional. En Andalucía están ambientadas muchas de las novelas de Fernán Caballero y de Juan Valera; en Cantabria las de José Mª de Pereda; en Asturias las de Palacio Valdés. En estas novelas se observan y documentan minuciosamente las costumbres locales.
            Entre los realistas españoles suelen distinguirse dos grupos: los conservadores o tradicionalistas y los liberales o progresistas. Esta oposición ideológica es visible en los textos literarios y se manifiesta, por ejemplo, en la oposición las novelas entre el campo y la ciudad. Para los conservadores (Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera) la sociedad campesina es idílica, la ciudad es un nido de corrupciones y, en sus argumentos, los personajes del sencillo e inocente medio rural son destruidos cuando entran en contacto con la urbe. Para los liberales, en cambio, la ciudad es el lugar de la civilización moderna y del progreso, mientras que el campo –o la pequeña capital de provincias- es un medio inculto y atrasado en donde los personajes procedentes del medio urbano, instruidos y liberales, se enfrentan con graves problemas. Estas son las claves temáticas de las novelas de tesis, que escriben los narradores de ambos bandos para defender sus postulados ideológicos. En estas novelas de tesis los personajes son, en general, meros tipos y se encuentran definidos de antemano: sirven como vehículo para exponer las ideas del autor.
            Además del costumbrismo, otras influencias literarias contribuyen también a la consolidación de la novela realista española: Una es, por supuesto, la de los grandes escritores realistas europeos, que fueron bien conocidos tanto de forma directa, como a través de traducciones. Otra es la novela de folletín, muy leída por los realistas españoles, y de la que tomaron motivos y recursos diversos, aunque también la criticaron y la parodiaron en sus propias novelas. Otro precedente literario es la novela histórica romántica, que, sobre todo, les sirve a los realistas como contramodelo: frente a la ambientación en el pasado y la imprecisión temporal, características de la novela romántica, la realidad contemporánea y la precisión de los datos, típicas de la novela realista; frente a los casos insólitos y maravillosos de los relatos románticos, sucesos y personajes comunes y corrientes en los realistas. Finalmente, una fuente muy importante de la novela realista española es la de la prosa española de los siglos XVI y XVII (Cervantes, la picaresca, Quevedo…), que era asimismo bien conocida por los realistas europeos.
            La transición de la prosa romántica a la novela prerrealista se manifiesta en las obras de Fernán Caballero y Pedro Antonio de Alarcón. El realismo se consolida con la narrativa de Juan Valera, José María de Pereda, Emilia Pardo Bazán y, sobre todo, de Benito Pérez Galdós y de Leopoldo Alas, “Clarín”.
Fernán Caballero: seudónimo de Cecilia Böhl de Faber. Se la considera precursora del Realismo español; pero aún sus obras tienen muchos elementos románticos, muy condicionada por las creencias católicas y la idealización con que pinta tipos y paisajes andaluces la alejan de los presupuestos centrales del Realismo. Su obra más conocida es La gaviota.(1849)
Pedro Antonio de Alarcón: Es también un escritor prerrealista, cercano aún al Romanticismo y a la prosa costumbrista. Conservador y neocatólico. Sus novelas no son de gran calidad: sus personajes carecen de individualidad y son maniqueos, los argumentos son inverosímiles y su lenguaje peca de excesiva verbosidad. Una excepción sorprendente es la novela corta El sombrero de tres picos (1874). Alarcón gana en las narraciones breves, donde la carga moralizante se atenúa.
            Ya dentro del Realismo:
José María de Pereda: Es el máximo representante de la novela tradicionalista. De hidalga familia cántabra, fue toda su vida un católico militante y, políticamente, se situó en el ámbito del carlismo, al que representó en el Parlamento como diputado.
Defiende en sus obras el mundo rural, idílico, frente a los males del mundo urbano y burgués, que representa para él la degradación y la corrupción. Casi todas sus novelas (excepto algunas ambientadas en Madrid, prototipo de la perversión de la gran ciudad) transcurren en su región cántabra, y son un ejemplo de la novela regional. Sus obras adolecen de muchos defectos: personajes acartonados, moralismo abrumador, constantes intromisiones del narrador, argumentos faltos de intriga. Sin embargo, son apreciables su gran calidad descriptiva, tanto del paisaje como de tipos locales, y la riqueza lingüística. De entre sus novelas destacan Sotileza (1884) y sobre todo Peñas arriba (1895).

Juan Valera: Es uno de los escritores más cultos de su generación. Frente a otros autores, Valera se preocupa más por los aspectos estéticos que por la descripción de la realidad. Defiende el carácter poético de la novela y postula un tipo de narración que estudie más el interior de los personajes que lo externo a ellos. Reclama una literatura que cree objetos bellos que deleiten al lector, dejando a un lado cualquier preocupación por la sociedad del momento. Según él, el arte debe carecer de intención moralizadora y limitarse a crear sentimientos, pasiones, caracteres, emociones. Su único fin es agradar al lector. En consecuencia, sus novelas se mueven dentro de marcos ideales donde difumina los conflictos sociales de la época. Tampoco sus personajes hablan de manera realista; su estilo es culto y academicista. Aunque el narrador interviene en los relatos, el uso de la ironía pone distancia entre los personajes y el autor. El amor es el tema de la mayor parte de sus novelas. La primera y más valiosa es Pepita Jiménez (1874), recreación de una sociedad patriarcal en la que los conflictos son, en el fondo, insustanciales y donde acaba reinando la felicidad más absoluta.
Benito Pérez Galdós: Es el más importante de todos los narradores realistas. Nació en Las Palmas de Gran Canarias en 1843 y murió en Madrid en 1920.  De ideas liberales  y anticlericales, con gran fe en la educación y el progreso, fue diputado por el Partido Liberal y luego fue republicano. Las fuerzas conservadoras impidieron su candidatura al Premio Nobel de Literatura.
Estilo:
·         Acción lenta por las numerosas digresiones y descripciones detalladas de personajes, objetos y ambientes, que crean la atmósfera de realismo.
·         Narrador omnisciente y subjetivo, ya que entra en la mente de sus personajes y comenta con ironía y humor el comportamiento de los mismos.
·         Caracterización psicológica indirecta mediante diálogos, monólogos interiores y sueños de sus personajes.
·         Reflejo de todos los registros: lenguaje popular, expresividad oral, argot, muletillas, neologismos de moda en su época.

Destaca por la creación de personajes y su capacidad para integrar la historia del país en la vida de esos seres.
Novelas de la primera época: novelas de tesis.
            La labor narrativa del autor comienza con la publicación de La fontana de oro (1870), una novela histórica con elementos costumbristas.
A partir de 1873 dio inicio a la serie de los Episodios nacionales: Se trata de 46 novelas distribuidas en cinco series, cada una de diez episodios (menos la última, que solo tiene seis). Son narraciones sobre los acontecimientos históricos más importantes en la España del siglo XIX. Sus títulos aluden a sucesos históricos: Trafalgar, Bailén, La batalla de Arapiles… En relación con esos grandes hechos, se narran episodios de la vida cotidiana de personajes ficticios, cuyas vidas conforman la trama.
            Irá alternando los Episodios nacionales con otras novelas como MarianelaDoña Perfecta.
            Son novelas de tesis, que exponen conflictos ideológicos, de tema religioso y anticlerical. Los personajes y las tramas están sometidos a las ideas del autor y sirven para ejemplificarlas: carecen de autonomía y complejidad psicológica y caen en el maniqueísmo de “buenos” frente a “malos”. Los ideales de libertad, de tolerancia y progreso que defiende Galdós se enfrentan al conservadurismo, la intolerancia y una religiosidad que niega valores auténticamente cristianos.
            Los medios empleados por el autor para presentar su tesis son, principalmente, la conducta y las opiniones de los personajes, símbolos y portavoces de las ideas y los comentarios del narrador omnisciente que apela al receptor lo guía en la lectura y moraliza. Los temas principales de esta primera época son la intolerancia y la hipocresía.

Novelas de la segunda época: novelas contemporáneas.
           
            La segunda serie se abre con La desheredada (1881) a la que siguen otras como El doctor Centeno, Miau y una de las obras maestras del autor: Fortunata y Jacinta (1886-1887).
            En las novelas contemporáneas, Galdós inventa un mundo ficticio, reflejo de la realidad de la época y en el que Madrid adquiere un papel protagonista; a través de los barrios madrileños el autor ofrece una visión de la España de la época.
            Los personajes de esta serie son más complejos. Se incorporan, además, elementos naturalistas: las causas biológicas y, especialmente, sociohistóricas de la conducta de los personajes, pero finalmente, estos actúan movidos por sus valores.
            En estas novelas Galdós desarrolla diversas técnicas narrativas:
Predominio del narrador omnisciente.
Diálogos que permiten ofrecer perspectivas diversas sobre la realidad y caracterizar a los personajes según sus usos lingüísticos.
Monólogo interior, estilo indirecto libre y modo teatral, forma dialogística totalmente novedosa en la que los parlamentos de los personajes presentados sin intervención de un narrador y con acotaciones (los capítulos de La desheredada escritos de este modo se titulan “escenas”).
También emplea en estas obras humor, ironía y parodia.

Novelas espiritualistas.

            En las novelas espiritualistas de Galdós prevalecen los valores evangélicos: el amor y la caridad cristiana.
            Estos relatos constatan la desilusión ideológica del autor por el fracaso de la burguesía para transformar la sociedad y su recurso a la trascendencia, a los auténticos principios del cristianismo. La crisis de fin de siglo implica la transformación del Realismo, próximo ya a su fin.
            Estas obras se relacionan con el espiritualismo de escritores rusos como Tolstoi y con un nuevo idealismo que desarrolla conflictos éticos. Aparecen personajes humildes, imbuidos de altos valores morales y gran sentido del deber. En Misericordia (1897) la bondad y la caridad de la protagonista destacan en un medio de extrema pobreza.
            El espacio preferido en estas novelas ya no es el Madrid de la burguesía, sino el de los barrios más miserables de la época.

Últimas novelas.

            Las últimas novelas de Galdós –Casandra (1905), La razón de la sinrazón (1915)- mezclan el realismo con lo maravilloso y fantástico. En ellas hay puntos de contacto con la ideología de los escritores del 98: el conocimiento y el retrato de la geografía castellana y al vida cotidiana de los seres anónimos. En general, manifiestan confianza en la educación como medio para transformar el país.








EL NATURALISMO

EL NATURALISMO

          Es un movimiento literario que deriva del Realismo y que lleva al extremo las ideas de este.
          El Naturalismo nació impulsado por el francés Émile Zola, quien propuso aplicar el método científico a la literatura: se trataba de describir y analizar al ser humano, que está determinado por el medio, por el momento histórico y por la herencia biológica.
          En España, los escritores rechazaron el determinismo biológico y reivindicaron el libre albedrío y el humor; sin embargo incorporaron temas y técnicas naturalistas: las descripciones minuciosas y documentadas; una menor intervención del narrador y mayor presencia de las palabras y los pensamientos de los personajes; y la influencia del medio (físico y social), de los fisiológico, de la educación y la familia en la conducta de los personajes.
          Se desarrolló en España en la década de 1880. El novelista que asimiló estas ideas fue Galdós. Su primera obra naturalista fue La desheredada (1881), si bien la más conocida es Fortunata y Jacinta (1886-1887).
          Aquí fue motivo de polémica. Los escritores tradicionalistas y católicos lo rechazaron, porque reflejaba con mucha crudeza lo más sórdido de la realidad y además negaba la libertad de los seres humanos, ya que partía de que las personas estaban determinadas por la herencia biológica y por el ambiente.
          Defensores fueron Galdós y Clarín. Con gran influencia en su estilo fueron Emilia Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez.
          Características de la novela naturalista:
Ideología:      la conducta humana está condicionada por la herencia y el ambiente.
                      Denuncia la injusticia de la sociedad burguesa.
                      Intenta reformar la sociedad a través de la educación, la sanidad… 

Literatura: novelas muy extensas y de acción escasa.
                        Descripciones objetivas y minuciosas
                        Preferencia por el personaje colectivo (la mina, la fábrica…)
                        Personajes individuales con malformaciones psíquicas o físicas.
                        Lenguaje científico, jergas, dialectalismos, coloquialismos.           

Leopoldo Alas “Clarín”.
  
          Cultivó la crítica, el ensayo, la novela y el cuento. Su producción crítica, publicada en periódicos y revistas, comprende textos satíricos, políticos y literarios, con los que pretendía formar estética y moralmente al lector.
          En cuanto a su obra narrativa, confluyen en ella diversas influencias: ciertos elementos del naturalismo, como la observación y la interdependencia           entre fisiología y psicología, y la religiosidad de las corrientes espiritualistas de finales del siglo XIX, con un cristianismo que propugna la tolerancia.
          Entre los cuentos, publicados en su mayoría en periódicos y revistas, destacan Pipá, El Quin, ¡Adiós cordera!
          Su gran obra es La Regenta (1884-1885). En ella Clarín aborda el conflicto de la búsqueda del amor ideal en un ambiente mediocre y hostil; es la historia de una carencia de amor y de amistad.
          La narración se organiza en torno a Ana Ozores, Fermín de Pas, Álvaro Mesía y la ciudad de Vetusta (detrás de la que se esconde Oviedo), y abarca los comportamientos de la aristocracia, del clero y de la burguesía en una ciudad de provincias, donde priman la hipocresía, la ambición, la inmoralidad, la incultura y el tedio.
          Los elementos naturalistas se advierten, sobre todo, en el determinismo del medio y en las circunstancias que han marcado a la Regenta: la orfandad, una infancia infeliz, una educación severa y cruel y la realidad asfixiante de la ciudad de Vetusta. Ana Ozores se debate continuamente entre esos factores y su conciencia, y esas crisis se manifiestan en reacciones fisiológicas (fiebres histéricas).
          En la obra, aparte del detallismo, los contrastes y las oposiciones temáticas y las técnicas realistas, sobresale especialmente el uso del estilo indirecto libre. Este tipo de discurso, junto con los diálogos servirá para caracterizar a los personajes y su vida interior. El narrador interviene a veces en la historia con profunda ironía.

Emilia Pardo Bazán

          Mujer de gran cultura, desarrolló una intensa actividad intelectual como periodista, narradora y crítica literaria.
          En 1883 publicó La cuestión palpitante, un análisis y, a la vez, una crítica del naturalismo francés representado por Zola. Desde sus creencias católicas rechazó el determinismo y la representación de “asuntos repugnantes o desvergonzados”, aunque elogió el método de la observación minuciosa, así como la calidad artística del escritor francés.
          La narrativa de Emilia Pardo Bazán incorpora elementos naturalistas: descripciones minuciosas, influencia del medio y situaciones violentas y escabrosas.
          En Los pazos de Ulloa describe la Galicia campesina del siglo XIX: un mundo lleno de ignorancia, violencia y crueldad. El enfrentamiento entre el campo y la ciudad se resuelve en la oposición civilización-barbarie. El medio rural representa aristócratas decadentes y degradados, caciques, criados codiciosos y brutales, seres primarios. Los personajes del entorno urbano, indefensos y débiles, sufrirán un proceso de marginalidad y destrucción.

Vicente Blasco Ibáñez

          Escritor valenciano. Sus primeras composiciones son novelas de tesis, al servicio de sus ideas, de la razón y de la ciencia y en contra del fanatismo religioso.
          En las novelas regionalistas los elementos naturalistas están presentes en el determinismo social y biológico que condiciona el destino de los personajes en los escenarios y en las acciones sórdidas y brutales. Todo ambientado en la zona de Valencia: comerciantes pescadores, huertanos y terratenientes. Obras: La barraca, Cañas y barro.

          En sus últimas obras, después de un segundo período de novelas de tesis, en este caso de carácter social, Blasco Ibáñez mezcla realismo y aventura, sentimentalismo y exotismo, en la búsqueda de una literatura que pudiera interesar al gran público. Destaca Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El castellano medieval

FONÉTICA MEDIEVAL

El castellano medieval contaba con algunos sonidos que no se han conservado, es decir, que el castellano actual no los incorpora. La pronunciación moderna de nuestro idioma quedó fijada, aproximadamente, entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII. Vemos, a continuación, las diferencias de pronunciación que presentaba el castellano medieval en comparación con el castellano moderno:
- Distinguía dos variedades de S: una de ellas sorda (o lo que es lo mismo: sin vibración en las cuerdas vocales) que se solía escribir Ss cuando iba entre vocales –viniesse, por ejemplo- y S cuando se situaba en posición inicial –silla- o tras consonante –pensar-; y la otra sonora, cuando iba en posición intervocálica, que se escribía siempre S –casa-. Esta distinción pareció extinguirse en el Siglo de Oro, y sólo pervivió la variación sorda, que es la que ha llegado hasta hoy y que se escribe S.
- Había también una Ç sorda y una Z sonora, como en Plaça, o en Hazer. Se pronunciaban prácticamente como Ts, la primera, y como Ds, la segunda (Platsa, Hadser). A comienzos del siglo XVI ambas adquirieron su sonido actual –interdental-, pero la primera siguió siendo sorda (sin vibración de las cuerdas vocales) y la segunda sonora. Finalmente, esta distinción se perdió también a lo largo del siglo XVII, y subsistió solamente la que se mantiene hoy en día, la sorda. Un sonido que se escribe con C cuando va antes de E o I, y Z cuando va ante A, O o U.
- Existía una X sorda (palatal fricativa sorda, que sonaba más o menos como la Ch francesa) y una G o J sonora (prepalatal africada o fricativa sonora, más o menos equivalente a la G y la J francesas). Nuevamente, a comienzos del siglo XVI se articulaban ya a la manera de la G y la J modernas, si bien la X seguía siendo sorda y la G y J sonoras. A comienzos del siglo XVII prevaleció, como en las otras ocasiones, tan sólo la variedad sorda, es decir, la G y la J modernas, que empezaron a pronunciarse con el mismo sonido: dijo, hijo, coger.
- La lengua medieval diferenciaba entre la B (bilabial oclusiva sonora, como en barco), que procedía de la P latina (de recipio se pasó a recibo); y la V (escrita V o U) que procedía de la o V latinas (de amava a amaba, de caballum a caballo), que se pronunciaba como actualmente cubo o nave (bilabial fricativa sonora). Durante el siglo XVI se perdió la B oclusiva en posición intervocálica, y sólo quedó la variedad fricativa. Se igualaron, por tanto, las pronunciaciones de recibo, amaba y caballo. La B bilabial oclusiva sonora (escrita B o V), se mantiene en la pronunciación actual sólo cuando es inicial absoluta: barca, bola, bota; y cuando va detrás de M o N: bombardeo, enviar.
- Por último, la H procedente de la F inicial latina se pronunciaba aspirada, pero a lo largo del siglo XVI fue perdiendo la aspiración y, al final, dejó de pronunciarse.


martes, 30 de septiembre de 2014