EL REALISMO
El Realismo es un movimiento artístico y
literario que tiene como objetivo representar de forma minuciosa y objetiva la
realidad contemporánea reflejando la vida cotidiana y los problemas de la
sociedad burguesa de la segunda mitad del siglo XIX.
En Literatura triunfará la novela, pues dadas
las características de este movimiento artístico, es en este género donde mejor
se puede reflejar la realidad contemporánea.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la
burguesía se hizo con el poder político y económico en Europa, y, como
consecuencia de ello se produjeron cambios muy profundos en la forma de vivir y
pensar.
Uno de los cambios más importantes fue la
Revolución Industrial, que originaría un gran desarrollo de las ciudades, pues
las industrias se ubicaban en ellas: aparece el tren, la luz eléctrica… Hay importantes avances tecnológicos y
científicos y se pone de moda la ciencia experimental. Se confiaba ciegamente en la ciencia, y se
esperaba que el progreso fuese permanente y solucionara todos los problemas
humanos y sociales.
El desarrollo de la industria atrajo a una
gran masa de campesinos que se dirigieron a las ciudades en busca de trabajo.
De este modo, se modificaron las condiciones de vida: grandes urbes con una
nueva fisonomía, hacinamiento, falta de higiene, mano de obra barata, miseria,
pobreza.
Las consecuencias de todo ello fue la
transformación de las relaciones sociales: por una lado
Siguiendo los dictámenes científicos, el arte
debía ser consecuencia de la observación directa y minuciosa de la realidad,
como se hacía con las investigaciones científicas: observación, documentación y
experimentación. Debía estar dotado de
una objetividad total. Frente al individualismo romántico, aun impregnado de
idealismo y valores supremos, el individualismo burgués de la novela reflejará
los conflictos cotidianos, la realidad de una sociedad que se está creando con
todas sus virtudes y sus defectos.
La literatura realista se verá también
claramente influida por el pensamiento y el
desarrollo científico de la época: Augusto Compte reacciona contra el
idealismo filosófico anterior, proclamando la necesidad de investigar los
hechos observables para llegar a los conceptos. La filosofía positiva (o
positivismo) coincide así con los planteamientos del narrador realista: no hay
que buscar los modelos en las obras clásicas, en países o épocas lejanas, sino
ser historiadores del presente, de la realidad que se observa en cualquier
ambiente.
Por la misma época, Marx y Engels plantearán
la necesidad del análisis materialista dialéctico de la realidad para llegar a
la conclusión de que ha de establecerse una nueva sociedad basada en el triunfo
del proletariado sobre la burguesía.
El método de observación y recogida minuciosa
de datos para crear después personajes y ambientes coincidirá con el de los
científicos, que rechazan los aprioris o presupuestos anteriores para estudiar
minuciosamente los seres vivos y establecer leyes sobre el origen y la
evolución de las especies (Darwin, 1859) o sobre la herencia (Mendel, 1863).
Los presupuestos de que se heredaban no solo
los bienes materiales sino también el derecho al voto o la consideración
social, comenzaban a quedar obsoletos. Y si el fin de la sociedad estamental
suponía la agonía en lo político de los privilegios de las antiguas castas
feudales, también significaba el inicio de un nuevo protagonismo en la
literatura y el arte. El individuo, cualquier individuo, se erigía en el centro
de la creación. Y no ya, como en el Renacimiento, aquellos que sobresalían de
los demás por sus aptitudes; ni como en el Romanticismo quienes demostraban una
sensibilidad extrema o una existencia especialmente atormentada que les hacía
moverse siempre por los extremos (representantes del bien, el mal, el valor…).
En la nueva época que vamos a estudiar, el héroe o la heroína novelescos son
sencillamente humanos: seres contradictorios, complicados, difícilmente
definibles. Cuando acabamos cualquiera de las grandes novelas de este período,
nos resulta imposible juzgar a sus protagonistas. Tal vez porque el gran
acierto de estas obras consista precisamente en sustituir las verdades
inmutables por la duda. Y el individuo medio, el lector, se siente
identificado con esos conflictos que a él mismo se le plantean en la vida
cotidiana. En definitiva, la nueva sociedad burguesa significa en literatura el
triunfo del ser humano sobre el ideal, del héroe novelesco frente al arquetipo.
Este último hecho no
quiere decir que obras románticas y realistas no coincidieran durante la
primera mitad del siglo XIX. El escritor romántico Víctor Hugo sigue publicando
sus obras en pleno apogeo del realismo (Hernani,
1830 y Los Miserables 1862). Lo que
ocurre es que mientras estas obras se consideraban residuos de una forma de
escribir condenada casi a desparecer, las nuevas novelas realistas inauguran un
camino que seguirá vigente, con los lógicos altibajos, hasta nuestros días.
Durante el siglo XIX
se establecen las bases de lo que será la novela tal y como lo entendemos en la
actualidad. Esto no quiere decir que no existieran novelas anteriores, que
hemos estudiado en el curso pasado. Lo que ocurre es que se trataba de ejemplos
aislados , no de una voluntad colectiva de los escritores de reflejar la
existencia humana mediante este género literario. La novela, hasta entonces un género
considerado menor frente a la poesía o el teatro, muestra de pronto sus
posibilidades para contar la realidad de las personas y de la sociedad en la
que viven. Al igual que ocurrirá con el cine en el siglo XX, la novela decimonónica
encanta a los lectores porque en ellas ven explicados sus ansias y temores, sus
inseguridades y problemas cotidianos. Para explicar el auge del género en este
siglo, baste con decir que en cualquiera de los países que vamos a estudiar se
escribieron durante el siglo XIX más novelas que las sumadas en todos los
siglos anteriores.
Stendhal decía que
la novela debe ser como un espejo situado ante el camino de nuestras vidas: en
ese espejo se ha de reflejar lo bueno y lo malo, las virtudes y los defectos.
El problema estriba en que la caída de la sociedad estamental significa también
el derrumbamiento de unos valores que se tenían por inmutables e indiscutibles.
El incipiente orden burgués se encuentra en la tesitura de tener que sustituir
esos valores por otros que sean razonables. De ahí que la novela del XIX, más
que soluciones, nos plantee interrogantes que se relejan en los conflictos de
sus personajes: ¿es condenable que una mujer joven, casada con un hombre caduco
y prosaico, busque el amor de otra persona? ¿Son culpables de su miseria los
humildes por malvados que parezcan?
¿Hasta dónde somos un producto de la sociedad en que nos hemos criado?
La grandeza del
narrador realista es que no nos plantea estas cuestiones desde un punto de
vista teórico, sino a partir del relato de una situación en la que intervienen
tantos factores que el novelista se convierte en cronista de una sociedad
utilizando sus personajes como ejemplos con los que el lector se siente más o
menos identificado: la realidad homogénea no existe, existe la de los
individuos y, por tanto, la de los
personajes novelescos y la de sus lectores.
FRANCIA
Suele considerarse
la cuna del Realismo, tanto porque es en este país donde surgen las primeras
obras que establecen las bases del género, como por el origen del término.
Aparece en Francia
hacia 1830 y alcanza su plenitud cerca de 1850. Durante un tiempo se emplea con
valor despectivo. La literatura francesa va a crear también ese prototipo de
héroe atormentado y resignado en una sociedad que generalmente desprecia. Frente
a los héroes románticos que aún conservan rasgos trágico-heroicos, los
personajes de Stendhal o Balzac son seres vencidos incluso cuando consiguen
alcanzar sus propósitos, porque, al igual que las especies descritas por
Darwin, deben adaptarse al medio si no quieren desaparecer. Y esta adaptación a
un medio que les resulta odioso se hará, más que con luchas heroicas, con
cinismo y desprecio.
Stendhal (1783-1842). Ha pasado a la historia de la Literatura por
dos grandes obras: La cartuja de Parma
y El rojo y el negro. Esta
última se considera como una de las obras más logradas de la nueva literatura
realista. El protagonista, Julien Sorel,es un seminarista, de origen campesino,
que trata de abrirse hueco en la sociedad recurriendo a cuantos artificios le
dicta su inteligencia para escalar peldaños. La mentira, el engaño, serán
lícitos porque la rígida organización social de su época no le deja otras
posibilidades. Stendhal traza así un
retablo magistral de esa sociedad mediocre, hipócrita y aferrada a principios
caducos en la que han de moverse los personajes de su novela entre sus deseos y
la realidad, como el protagonista que quisiera haber sido un militar importante
y se quedó en seminarista: rojo (color del uniforme militar) y negro (el de la
sotana del seminarista).
Honoré de Balzac (1799-1850) es uno de los novelistas más
importantes de todos los tiempos, tanto por la magnitud de su obra (un centenar
de novelas, relatos, artículos…) como por la calidad de las mismas. Dentro de
esta gigantesca producción destacan las novelas recogidas bajo el título
genérico de La comedia humana,
conjunto de novelas y relatos por los que desfilan más de dos mil personajes de
todas las clases sociales, ideologías y que además son utilizados por el autor
en diferentes obras para ofrecernos distintas perspectivas.
Gustave Flaubert (1821-1881) suele ser considerado un puente entre
la novela romántica y la realista. Es un novelista especialmente dotado para
describir las pasiones amorosas. Su obra cumbre es Madame Bovary. En ella el autor traza un admirable retrato
psicológico de una mujer que se debate entre la triste realidad y sus
fantasías. Sus páginas reflejan el pesimismo y la desilusión de un hombre
escéptico ante los cambios sociales, ante las ideologías e ilusiones contemporáneas
y, sobre todo, ante la superficialidad de la sociedad burguesa.
Émile Zola (1840-1902) es el máximo representante del llamado
Naturalismo, tendencia del Realismo que pretende reflejar la realidad tal y
como es, sin evitar sus aspectos más desagradables. Dada la época de conflictos
sociales en que se desarrolla el Naturalismo con continuas luchas obreras,
revoluciones, represiones, etc. los temas políticos cobrarán gran relevancia. La taberna mostrará la miseria
del proletariado urbano. Germinal
refleja las duras condiciones de vida de las colonias de mineros.
REINO UNIDO
La novela inglesa
del XIX se desarrolla durante la era victoriana: la industrialización traerá
consigo el abandono del campo, la aglomeración en las ciudades de una nueva
clase social, el proletariado, que vive en condiciones extremadamente duras:
los niños trabajaban en unas condiciones inhumanas. La burguesía, dueña de las
fábricas, consigue derechos políticos, como el derecho a voto y la
representación parlamentaria, mientras que a los obreros se les niega el voto,
con lo que solo les queda la revuelta callejera.
Charles Dickens (1812-1870). Es el más grande de los novelistas de
su época. Su obra abarca todos los géneros y temas. En Oliver Twist nos relata la historia de un niño envuelto en
el mundo de los bajos fondos londinenses
en los que el hampa dicta sus leyes.
También de protagonista infantil es David
Copperfield.
RUSIA
La novela rusa realista es de una importancia
fundamental. A sus autores se les ha llamado “los grandes maestros rusos”.
También las condiciones políticas, económicas y sociales
de la Rusia del XIX ayudan a comprender el importante desarrollo que tuvo la
novela en ese país.
La Rusia zarista de principios del siglo XIX es un
inmenso gigante con los pies de barro. El proceso de industrialización de otros
países europeos no ha llegado a Rusia, lo cual priva al país de una burguesía
que estimule las reformas políticas. Frente a ello, Rusia continúa moviéndose
en los parámetros de la sociedad feudal: la inmensa mayoría de la población es
analfabeta y trabaja, en condiciones de esclavitud, para unos terratenientes
que poseen territorios más amplios que algunos países europeos, territorios en
los que tienen todos las prerrogativas medievales, incluyendo la de disponer de
la vida de sus vasallos. En las grandes
ciudades se hacinan muchedumbres de hambrientos y desarrapados que luchan día a
día por su subsistencia.
Estos hechos dan lugar a que la novela rusa del XIX
refleje conflictos primitivos, pasiones y crímenes brutales de esos seres que
carecen de cualquier esperanza para salir de sus condiciones miserables.
Turgueniev (1818-1883). En Relatos de un cazador describe
las infrahumanas condiciones de vida del campesinado.
Dostoievki (1821-1881). Es un novelista con una capacidad
portentosa para retratar a seres atormentados, capaces de los actos más
generosos y crueles, seres que continuamente se preguntan por su destino y por
las posibilidades del ser humano de escapar de sus propios impulsos o de la tenaza
de una sociedad despiadada. Debajo de toda esta complejidad está el
planteamiento del filósofo Nietzsche de que no hay hechos, sino
interpretaciones. Por ello la verdad es algo esencialmente oscuro, ya que cada
individuo tiene una consciencia diferente de la misma. Sus grandes obras son: Crimen y castigo, Los hermanos
Karamazov, El jugador, El idiota.
Leon Tolstoi (1828-1910). Su obra más importante es Guerra y paz, extensa novela
situada en la época de la invasión de
Rusia por las tropas de Napoleón y la derrota y retirada de los
ejércitos imperiales. Su otra gran
novela es Ana Karenina, en la
que desarrolla uno de los temas favoritos de los escritores realistas de todos
los países: los conflictos interiores que surgen en una mujer cuando se
enfrentan sus pasiones amorosas a las normas morales de la sociedad.
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