LA ESPAÑA DEL REALISMO
Durante los primeros años del siglo XIX, la burguesía
desempeñó un papel agitador contra el antiguo régimen; pero al convertirse en
“la burguesía de los negocios”, provocó el enfrentamiento de los trabajadores.
Entre 1868 y 1875, el movimiento obrero cobró verdadera entidad.
En esta época, se sucedieron períodos políticos de
cambio:
Reinado de Isabel II
(1833-1868): se desarrolló con turno de partidos en el poder. La monarquía
entró en crisis, entre otras causas, porque los gobiernos moderados que la
reina apoyó no realizaron las reformas económicas y sociales que el país
necesitaba.
La Revolución de 1868: durante
todo el siglo XIX se buscó un sistema político constitucional que acabara con
los privilegios de la aristocracia y el Antiguo Régimen. Uno de estos intentos
fue la Revolución de 1868 (la Gloriosa), a raíz de la cual Isabel II tuvo que
renunciar al trono y exiliarse.
El sexenio democrático
(1868-1874): durante seis años se vivió un período convulso en el que se
ensayaron varios regímenes políticos, ninguno de los cuales llegó a cuajar: ni
la monarquía parlamentaria de Amadeo I de Saboya ni la I República española
(1873-1874).
Restauración de la monarquía
borbónica Alfonso XII (1875-1886): se turnaron dos partidos, el conservador y
el liberal.
El movimiento obrero: los
obreros comienzan a organizarse en sindicatos y partidos políticos.
Rasgos de la novela realista:
·
Los autores pretenden que sus obras sean
verosímiles, con personajes y situaciones que, sin haber existido en la
realidad, resulten convincentes.
·
Como el reflejo de la realidad no puede ser
total, selecciona solamente aquello que le interesa retratar.
·
Busca la exactitud en los datos, por lo que la
fase previa a la escritura requiere un riguroso proceso de documentación.
·
Los personajes proceden del mundo más inmediato:
el clero, la política, la burguesía, la aristocracia o el pueblo llano. Los
protagonistas aparecen definidos por sus pensamientos, sus sueños, sus defectos
o sus virtudes. Al autor le interesa profundizar en el análisis de caracteres,
conocer cómo es el hombre y qué piensa de lo que le rodea.
·
La novela de esta época cuenta una historia con
un principio y un final en un espacio y en un tiempo concretos, y la acción
avanza de forma lineal.
·
Temas: relaciones amorosas conflictivas, el
adulterio; el conflicto entre tradición y progreso; el anticlericalismo.
·
El narrador omnisciente puede adoptar un punto
de vista más o menos objetivo, pero normalmente interviene en la obra con opiniones y juicios.
·
En las novelas realistas debe distinguirse entre
cómo habla el narrador y cómo los hacen los personajes. El lenguaje del
narrador suele ser culto y cuidado, pero también puede adoptar el registro
coloquial. Los personajes se expresan de acuerdo con su condición social y
cultural.
·
Los diálogos pretenden salvar la monotonía y
conseguir una impresión de realidad.
·
Se introducen minuciosas y detalladas
descripciones de ambientes, que interesan por sí mismas, y retratos de la vida
interior de los personajes, así como de su aspecto externo.
HISTORIA DE LA NOVELA REALISTA EN
ESPAÑA
Para
el desarrollo de la prosa realista tiene una gran importancia el auge del
periodismo. La mayor parte de los prosistas del XIX ejercitan su pluma en los
periódicos. La prensa, por pura necesidad de proximidad al lector, crea una
prosa directa, liberada de la grandilocuencia romántica. En uno de los géneros
periodísticos, el artículo de costumbres, estaba el germen de lo que iba a ser
luego la novela realista.
Cuando
triunfa el Realismo, el costumbrismo periodístico va siendo sustituido en la
prensa por otro género narrativo: el cuento. Más evidente cuanto más avanza el
siglo. La proliferación de relatos breves es insólita y su número se cuenta por
millares. Aunque a veces no es fácil distinguirlos de los cuadros
costumbristas, suelen reflejar la España contemporánea y prefieren el entorno
urbano y los ambientes burgueses.
El
costumbrismo se encuentra también la base de otro aspecto característico de la
novela realista: el gusto por la novela regional. En Andalucía están
ambientadas muchas de las novelas de Fernán Caballero y de Juan Valera; en
Cantabria las de José Mª de Pereda; en Asturias las de Palacio Valdés. En estas
novelas se observan y documentan minuciosamente las costumbres locales.
Entre
los realistas españoles suelen distinguirse dos grupos: los conservadores o
tradicionalistas y los liberales o progresistas. Esta oposición ideológica es
visible en los textos literarios y se manifiesta, por ejemplo, en la oposición
las novelas entre el campo y la ciudad. Para los conservadores (Pedro Antonio
de Alarcón, Juan Valera) la sociedad campesina es idílica, la ciudad es un nido
de corrupciones y, en sus argumentos, los personajes del sencillo e inocente
medio rural son destruidos cuando entran en contacto con la urbe. Para los
liberales, en cambio, la ciudad es el lugar de la civilización moderna y del
progreso, mientras que el campo –o la pequeña capital de provincias- es un
medio inculto y atrasado en donde los personajes procedentes del medio urbano,
instruidos y liberales, se enfrentan con graves problemas. Estas son las claves
temáticas de las novelas de tesis, que escriben los narradores de ambos bandos
para defender sus postulados ideológicos. En estas novelas de tesis los personajes
son, en general, meros tipos y se encuentran definidos de antemano: sirven como
vehículo para exponer las ideas del autor.
Además
del costumbrismo, otras influencias literarias contribuyen
también a la consolidación de la novela realista española: Una es, por
supuesto, la de los grandes escritores
realistas europeos, que fueron bien conocidos tanto de forma directa, como
a través de traducciones. Otra es la novela
de folletín, muy leída por los realistas españoles, y de la que tomaron
motivos y recursos diversos, aunque también la criticaron y la parodiaron en
sus propias novelas. Otro precedente literario es la novela histórica romántica, que, sobre todo, les sirve a los
realistas como contramodelo: frente a la ambientación en el pasado y la imprecisión
temporal, características de la novela romántica, la realidad contemporánea y
la precisión de los datos, típicas de la novela realista; frente a los casos
insólitos y maravillosos de los relatos románticos, sucesos y personajes
comunes y corrientes en los realistas. Finalmente, una fuente muy importante de
la novela realista española es la de la prosa española de los siglos XVI y XVII
(Cervantes, la picaresca, Quevedo…), que era asimismo bien conocida por los
realistas europeos.
La
transición de la prosa romántica a la novela prerrealista se manifiesta en las
obras de Fernán Caballero y Pedro Antonio de Alarcón. El realismo se consolida
con la narrativa de Juan Valera, José María de Pereda, Emilia Pardo Bazán y,
sobre todo, de Benito Pérez Galdós y de Leopoldo Alas, “Clarín”.
Fernán Caballero: seudónimo de Cecilia Böhl de Faber. Se la
considera precursora del Realismo español; pero aún sus obras tienen muchos
elementos románticos, muy condicionada por las creencias católicas y la
idealización con que pinta tipos y paisajes andaluces la alejan de los
presupuestos centrales del Realismo. Su obra más conocida es La gaviota.(1849)
Pedro Antonio de Alarcón: Es también un escritor prerrealista,
cercano aún al Romanticismo y a la prosa costumbrista. Conservador y
neocatólico. Sus novelas no son de gran calidad: sus personajes carecen de
individualidad y son maniqueos, los argumentos son inverosímiles y su lenguaje
peca de excesiva verbosidad. Una excepción sorprendente es la novela corta El sombrero de tres picos (1874).
Alarcón gana en las narraciones breves, donde la carga moralizante se atenúa.
Ya
dentro del Realismo:
José María de Pereda: Es el máximo representante de la novela
tradicionalista. De hidalga familia cántabra, fue toda su vida un católico
militante y, políticamente, se situó en el ámbito del carlismo, al que
representó en el Parlamento como diputado.
Defiende en sus obras
el mundo rural, idílico, frente a los males del mundo urbano y burgués, que
representa para él la degradación y la corrupción. Casi todas sus novelas
(excepto algunas ambientadas en Madrid, prototipo de la perversión de la gran
ciudad) transcurren en su región cántabra, y son un ejemplo de la novela regional. Sus obras adolecen de
muchos defectos: personajes acartonados, moralismo abrumador, constantes
intromisiones del narrador, argumentos faltos de intriga. Sin embargo, son
apreciables su gran calidad descriptiva, tanto del paisaje como de tipos
locales, y la riqueza lingüística. De entre sus novelas destacan Sotileza (1884) y sobre todo Peñas arriba (1895).
Juan Valera: Es uno de los escritores más cultos de su generación.
Frente a otros autores, Valera se preocupa más por los aspectos estéticos que
por la descripción de la realidad. Defiende el carácter poético de la novela y
postula un tipo de narración que estudie más el interior de los personajes que
lo externo a ellos. Reclama una literatura que cree objetos bellos que deleiten
al lector, dejando a un lado cualquier preocupación por la sociedad del
momento. Según él, el arte debe carecer de intención moralizadora y limitarse a
crear sentimientos, pasiones, caracteres, emociones. Su único fin es agradar al
lector. En consecuencia, sus novelas se mueven dentro de marcos ideales donde
difumina los conflictos sociales de la época. Tampoco sus personajes hablan de
manera realista; su estilo es culto y academicista. Aunque el narrador
interviene en los relatos, el uso de la ironía pone distancia entre los
personajes y el autor. El amor es el tema de la mayor parte de sus novelas. La
primera y más valiosa es Pepita
Jiménez (1874), recreación de una sociedad patriarcal en la que los
conflictos son, en el fondo, insustanciales y donde acaba reinando la felicidad
más absoluta.
Benito Pérez Galdós: Es el más importante de todos los narradores
realistas. Nació en Las Palmas de Gran Canarias en 1843 y murió en Madrid en
1920. De ideas liberales y anticlericales, con gran fe en la educación
y el progreso, fue diputado por el Partido Liberal y luego fue republicano. Las
fuerzas conservadoras impidieron su candidatura al Premio Nobel de Literatura.
Estilo:
·
Acción lenta por las numerosas digresiones y
descripciones detalladas de personajes, objetos y ambientes, que crean la
atmósfera de realismo.
·
Narrador omnisciente y subjetivo, ya que entra
en la mente de sus personajes y comenta con ironía y humor el comportamiento de
los mismos.
·
Caracterización psicológica indirecta mediante
diálogos, monólogos interiores y sueños de sus personajes.
·
Reflejo de todos los registros: lenguaje
popular, expresividad oral, argot, muletillas, neologismos de moda en su época.
Destaca por la creación de
personajes y su capacidad para integrar la historia del país en la vida de esos
seres.
Novelas de la primera época:
novelas de tesis.
La
labor narrativa del autor comienza con la publicación de La fontana de oro (1870), una novela histórica con elementos
costumbristas.
A
partir de 1873 dio inicio a la serie de los Episodios
nacionales: Se trata
de 46 novelas distribuidas en cinco series, cada una de diez episodios (menos
la última, que solo tiene seis). Son narraciones sobre los acontecimientos
históricos más importantes en la España del siglo XIX. Sus títulos aluden a
sucesos históricos: Trafalgar, Bailén, La
batalla de Arapiles… En relación con esos grandes hechos, se narran
episodios de la vida cotidiana de personajes ficticios, cuyas vidas conforman
la trama.
Irá alternando los Episodios nacionales con otras novelas
como Marianela o Doña
Perfecta.
Son novelas de
tesis, que exponen conflictos ideológicos, de tema religioso y
anticlerical. Los personajes y las tramas están sometidos a las ideas del autor
y sirven para ejemplificarlas: carecen de autonomía y complejidad psicológica y
caen en el maniqueísmo de “buenos” frente a “malos”. Los ideales de libertad,
de tolerancia y progreso que defiende Galdós se enfrentan al conservadurismo,
la intolerancia y una religiosidad que niega valores auténticamente cristianos.
Los medios empleados por el autor para presentar su tesis
son, principalmente, la conducta y
las opiniones de los personajes,
símbolos y portavoces de las ideas y los comentarios
del narrador omnisciente que apela al receptor lo guía en la lectura y
moraliza. Los temas principales de esta primera época son la intolerancia y la
hipocresía.
Novelas de la
segunda época: novelas contemporáneas.
La segunda serie se abre con La desheredada (1881) a la que siguen otras como El doctor Centeno, Miau y una de las obras maestras del autor: Fortunata y Jacinta (1886-1887).
En las novelas contemporáneas, Galdós inventa un mundo
ficticio, reflejo de la realidad de la época y en el que Madrid adquiere un
papel protagonista; a través de los barrios madrileños el autor ofrece una
visión de la España de la época.
Los personajes de esta serie son más complejos. Se
incorporan, además, elementos naturalistas: las causas biológicas y,
especialmente, sociohistóricas de la conducta de los personajes, pero
finalmente, estos actúan movidos por sus valores.
En estas novelas Galdós desarrolla diversas técnicas
narrativas:
Predominio del narrador
omnisciente.
Diálogos que permiten
ofrecer perspectivas diversas sobre la realidad y caracterizar a los personajes
según sus usos lingüísticos.
Monólogo interior,
estilo indirecto libre y modo teatral, forma dialogística totalmente novedosa
en la que los parlamentos de los personajes presentados sin intervención de un
narrador y con acotaciones (los capítulos de La desheredada escritos de este modo se titulan “escenas”).
También emplea en estas
obras humor, ironía y parodia.
Novelas
espiritualistas.
En las novelas espiritualistas de Galdós prevalecen los
valores evangélicos: el amor y la caridad cristiana.
Estos relatos constatan la desilusión ideológica del
autor por el fracaso de la burguesía para transformar la sociedad y su recurso
a la trascendencia, a los auténticos principios del cristianismo. La crisis de
fin de siglo implica la transformación del Realismo, próximo ya a su fin.
Estas obras se relacionan con el espiritualismo de
escritores rusos como Tolstoi y con un nuevo idealismo que desarrolla
conflictos éticos. Aparecen personajes humildes, imbuidos de altos valores
morales y gran sentido del deber. En Misericordia
(1897) la bondad y la caridad de la protagonista destacan en un medio de
extrema pobreza.
El espacio preferido en estas novelas ya no es el Madrid
de la burguesía, sino el de los barrios más miserables de la época.
Últimas novelas.
Las últimas novelas de Galdós –Casandra (1905), La razón de la sinrazón (1915)- mezclan el
realismo con lo maravilloso y fantástico. En ellas hay puntos de contacto con
la ideología de los escritores del 98: el conocimiento y el retrato de la
geografía castellana y al vida cotidiana de los seres anónimos. En general,
manifiestan confianza en la educación como medio para transformar el país.
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